viernes, 8 de abril de 2011

Paseaban por una playa, la espuma blanquecina de las olas les acariciaban las plantas de los pies, mientras que la arenilla se les incrustaba en las uñas. Él y ella, ella y él, los dos agarrados de la mano. Llegó el atardecer, él se paró en seco y ella lo miró con cara de confusa.
- ¿Qué sucede amor mío?
+ Nada, solo me he parado a contemplar el atardecer.
- Es precioso.

En ese mismo instante él, la cogió por la cintura y le susurró al oído unas palabras:
+ Es precioso como tú. Como tu forma de caminar, como tus ojos azules del color del mar, como tu sonrisa burlona que me pones todas las mañanas, como tus sorpresas de “Esta noche nos vamos a cenar”, como tu manera de hacerme feliz, como la cara de niña buena que me pones cuando te has comprado unos zapatos muy caros, es precioso... Como este momento. Por favor, no me sueltes nunca, no me dejes nunca, tú y solamente tú eres lo más precioso del mundo. Y no me lo preguntes, eres mil veces más preciosa que este atardecer.
A ella, se le derramó una lágrima por la mejilla derecha de la cara, él se la secó, y antes que dijera nada, la calló con un beso, con las manos por la cintura, con la espuma blanquecina del mar acariciándoles las plantas de los pies, con la arena incrustada en las uñas, y sobre todo la besó como nunca había hecho.



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